HISTORIA DE UNA NOVELA

Da miedo enfrentarse a lo que uno fue así, de sopetón.  Recuerdo que "La lluvia amarilla" me llegó justo después de leer "Pedro Páramo" (finales de los 80). Y me quedé con la idea de los pueblos muertos. Cinco años más tarde, vi una extraña película de madrugada "El filandón" y leí un reportaje en el que se hablaba de cómo se estaban quedando desiertos muchos pueblos de la castilla profunda. Recuerdo que la imagen que más me impactaba era la de la iglesia semiderruida por encima del resto de escombros. Y empecé el relato. La idea era, estilísticamente, agobiar con la lectura, que el lector tuviera que arrastrarse como todos los habitantes de Mortaja. De ahí esa excesiva retórica en todos los personajes (demasiado literarios) e incluso en el narrador, así como la ausencia completa de referencias a quién era el que estaba hablando. Y ahí quedó, dormitando desde 1996. Le eché un vistazo a principios del siglo XXI, pero no me reconocí y regresó al portátil con el que lo había escrito. Hasta ahora, que creo que la pondré en un blog, en este blog. Yo ya no soy ese Manuel Rebollar Barro, pero algo de mí sí que pervive y es el hecho de querer contar. 

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