14.4.13

OSADÍA (CAPÍTULO 4)



                                                                                   Quien ama el peligro en él perecerá Eclesiastés


***


-Fernando, ¿estás seguro?

-Sí.

-¿Funcionará?

-Debemos probarlo, sentir lo que sucede al otro lado, anticiparnos a lo que probaremos en algún momento.

-Sí, pero ¿funcionará?

-No lo sé, Roberto, es un riesgo que debemos correr.

-¿Tú y yo solos?

-No. También vendrán María y...

-¿Te olvidas de alguien?

-Por supuesto que no. Ella no faltará, la Muerte vendrá.


***


-¿Inma?, ¿Inma?, sé que puedes oírme. No, no intentes hablar, tan sólo mueve los ojos si me estás oyendo.                  

-(¿Quién es?, ¿quién osa molestarte?).

-(No te preocupes, es tan sólo un muchacho del pueblo). 

-(¿Qué es lo que quiere?). 

-(Vendrá a recordarme su locura). 

-(¿Qué locura?). 

-(Pretende vencerte, devolverme a la Vida). 

-(¿Y tú, qué opinas de ello?). 

-(Aunque pudiera, estoy ya muy mayor, sólo quiero descansar).

-(Quizás le deje que te recupere).

-(No, yo quiero descansar, no quiero vivir más).

-He venido para avisarte, para que me ayudes a vencer a la Muerte. 
-(¿Le oyes?).

-(Sí, qué incrédulo). 

-(Es joven, hace tonterías). 

-(Por su bien espero que no muchas). 

-(Déjale, no puede hacerte nada). 

-(Su sola presencia es molesta). 

-(Tiene esa facultad, es engreído). 

-(Tendré que darle un escarmiento).

-Dentro de tres días te sacaré, recuérdalo, no te abandones hasta entonces.

-(Tres días, ya estaré muy muerta). 

-(Depende de mí). 

-(Sé que haces muy bien tu trabajo). 

-(Tendré que darle un escarmiento).


***


-Debemos hacerlo.

-¿Por qué?

-¿Acaso no tenéis interés en conocer lo que hay después de la vida?, ¿no anheláis ver lo que nos aguarda?, ¿ver si realmente está el Dios que predica el padre Julián, ver si realmente nos espera?

-Fernando, es arriesgado. Va contra las normas.

-No lo dudo, pero quiero saber, necesito saber, para transparentar al padre Julián, y a todo lo que representa.

-No creo que debamos, si el padre Julián se entera.

-¡No me importa lo que tú creas! María, Roberto, no comprendéis, es lo que yo quiero, y lo haré, con o sin vosotros; ya he desperdiciado muchos años de esta vida por culpa del padre Julián. ¿No lo veis?, da igual, nos maneja a su antojo, hace lo que quiere porque nos tiene aterrados por el temor divino. Todos pensáis como yo, nadie se atreve a hacerle frente. Si conseguimos demostrar que sólo está el vacío, que no está el miedo al otro lado, que no existe tal Dios vengativo, le habremos vencido.

-Fernando, no lo entiendes, esto nos sobrepasa, estás hablando de desafiar a una fuerza de la que no conoces nada.

-Exacto, ahí está el reto. No tiene nada que ver con las sagradas escrituras, ni con lo que siempre nos ha contado el padre Julián, esto no es un juego, ¿lo entendéis?, esto es ciencia, nuestra ciencia.

-No sabes lo qué estás diciendo, la Muerte es superior a todo eso, de la Muerte no se vuelve. No te dijo eso el extranjero.

-Eso está por ver. ¿No lo entendéis?, él no ha venido porque sí, él ha venido para darnos la esperanza, la verdadera esperanza; él nos ha dado la ayuda que necesitábamos; ¿me ayudaréis?

-Fernando, creo que es muy peligroso.

-Roberto, María, ¿me ayudaréis?

-No creo que debamos entorpecer el orden natural de las cosas.

-¿Me ayudaréis?

-Tengo miedo.

-Y yo.

-¿Roberto?

-Es muy peligroso.

-¿Roberto?

-Está bien, está bien, lo haré.

-¿María?

-También.


***


Soy la Muerte. Desde mi sombrío trono domino a los hombres. No necesito mucho, un simple desaliento y me ocupo personalmente de él. La Vida se abre paso diariamente y yo utilizo mis poderes para impedírselo. Todo está claro, preestablecido desde los tiempos de los muertos, donde era la Vida la que gobernaba mi labor. Hoy todo ha cambiado. Los hombres han decidido inmiscuirse, y sólo por eso se merecen mi odio más selecto, sólo por eso morirán todos, poco a poco, lentamente, pero con la certeza de saberse designados por mí ósea mano.



***



-No sé si debemos.

-Pero si ya está muerta.

-Lo sé, pero estamos profanando su tumba.

-Estamos contribuyendo al progreso.

-¿Progreso?, ¿de quién?

-De nuestro pueblo. Si conseguimos revivir a la vieja Inma, y demostrar que nada nos espera después, que no hay un infierno aguardándonos, habremos dado un paso inmenso a la hora de vencer al mayor embaucador de nosotros, habremos ganado al padre Julián.

-¿Por qué Inma? ¿Qué te hace suponer que una vieja loca como ella va a poder resucitar? Lleva tres días muerta.

-Me prometió intentarlo.

-¿Cuándo?

-Antes de que el viento se llevara su último suspiro.



***



‑Inma, Inma, me oyes.

-¿Vas a tocarla?

-Es necesario. Ayúdame a levantarla.

-¿Para qué?

-Habrá que ponerla en el círculo de sangre.

-Me da asco.

-No seas tonto, tan sólo está muerta.

-Está bien.

-Ahora, ¿ves?, no ha sido tan difícil. Quédate con ella, voy a buscar el libro.

-¿De dónde viene ese olor nauseabundo?, ¿Fernando?, ¿dónde estás?, ¿Fernando?, ¿quién está ahí?, ah...



***



-¿Dónde estamos?

-En mi casa.

-¿Qué ha pasado?

-Regresé y en tus manos sólo había gusanos, cientos y cientos de gusanos.

-¿E Inma?

-Se encontraba en su tumba. Fui a cogerla. Se deshizo en mis propios brazos, y de cada trozo de su piel surgieron bichos que pretendían llevarme a su ataúd.

-Fernando, ¿y la Muerte?

-Para ella todavía no es mañana.



***



-Mañana será el día.

-Estoy nerviosa e intranquila.

-No debes. Todo saldrá bien.

-¿Y si mueres?

-Es lo que quiero.

-¿Y si no regresas?

-No te preocupes, volveré.



***



-Fernando, Fernando, yo, no sé si debería decírtelo, es que, es que, estoy embarazada de ti.

-

-¿Me oyes?

-

-Llevo encinta dos meses, ¿recuerdas?; fue aquella noche silenciosa, la noche que recogió nuestro dolor para mutarlo en pequeñas muestras de vida futura, ¿recuerdas?, nos buscamos, después de la desintegración de Inma, y el deseo y el amor se fundieron en uno sólo. Nadie lo sabe, no se lo he dicho a nadie todavía. No soportaría perderte.

-¿Decías?

-¿No estabas escuchando?

-Perdona, pero estoy completamente absorto en los preparativos de mañana. ¿Qué decías?

-No, déjalo, después del experimento hablaremos.



***



-Todo esto parece una pesadilla. Lo que nos pasó con Inma tendría que habernos servido para no volverlo a intentar; pero nada, aquí estamos, María y yo acompañándote en tu pertinaz locura.

-Mierda, ahora llueve.

-Mejor dejarlo para otro día.

-No, ahora es el momento, hoy es la noche, y la lluvia no es más que el aviso.

-El aviso, ¿de qué?

-Está aquí, nos hace ver que está preparada.

-¿Quién está aquí?, ¿preparada para qué?

-No lo comprenderíais.

(¡Kaaaboomm!)

-No os asustéis, es tan sólo un trueno.

(¡Kaaaboomm!)

-Roberto, la he visto.

-¿La has visto?, ¿a quién has visto, María?

-A ella, a la Muerte.

-Lo sabía.

                                                               (¡Kaaaboomm!)



***



Mi búsqueda continúa, con la absoluta certeza de saber que mi presa será cazada. La eterna rutina que me mantiene encadenada a este siniestro juego de dobles sentidos sigue conservando en mí la perenne sensación de poder, disfrutando con cada ejecución, gozando con cada imploración que pretende salvar sus putrefactas existencias. El hombre no aprende, es débil y por ello sufre, y por ello se angustia, y por ello le quito lo que más aprecia, y por ello, sin compasión, lo mato. Voy siguiendo el humeante rastro de pretendida inmortalidad que rezuma mi próximo corderito, y es ese aroma a prepotencia el que consigue enervar cada sustancial poso de mi imaginado cuerpo. Me gusta mi guadaña. La he usado tanto que ha terminado por convertirse en una extensión más de mis letales y reversibles uñas. Huelo a sangre, me incendio, voy a darle un escarmiento.



***



-¿Has cubierto todo el círculo con sangre?

-No te preocupes, he repasado bien todo lo que me has dicho que haga.

-¿Y María?, ¿dónde está?

-Ha ido fuera, a por más antorchas para iluminar tu tumba. Sé que va a salir bien, todo está preparado.

-Roberto, sigues sin creerme, ¿verdad?

-Creo que tú lo crees, y con eso me basta.

-No te preocupes, muera o viva, cabalgaré sobre el tiempo.

-Cuando quieras comienzo.

-Estoy preparado.

-¡Roberto!, recítalo.

-Que Dios nos coja confesados...



***



El ritual comenzó, sin prisa, sin pausa. Primero fue el verbo, nominado, después los actos, elaborados; las palabras dieron paso a las acciones, y las unas junto a las otras crearon la atmósfera adecuada para que aparecieran los primeros síntomas del proceso desconocido que pretendía acercarse al origen de las cosas, al centro mismo de las dudas humanas, al temor innato de conocer lo que habita realmente en el fondo del espejo. Fernando lo intentó, pero no contó con las jugadas intermedias, con las malditas jugadas intermedias. La Muerte ganaría, de nuevo.



***



-¡Ah!, ¡Roberto!, ¡María!, ¿sigue lloviendo?

-¿Acaso no notas el agua?

-No, no la noto. Veo agua, quiero agua, soy agua, ¡todo agua!



***



-¿Qué hacéis aquí?, ¿qué es todo esto?

-Padre, déjelo, no lo entendería.

-¡María!, a mí no me puedes engañar. Estáis pecando, contradiciendo la palabra de Dios.

-No, no toque eso, déjelo como está, padre, ¡padre!

-¡María!, ¿todo va bien?, ¿me oyes?, hay que traerlo ya.

-Por favor padre, devuélvamelo, devuélvame el libro.

-Atrás, no mereces la bondad del Señor. Lo sabía, no podía traer nada bueno ese extranjero.

-¡María!, hay que traerlo de nuevo, ¡me oyes!, es Fernando, está convulsionándose, ¡María!, ¡María!, ah, Dios mío, se está deshilachando, ¿qué es eso?, ¿qué demonios es eso?, María, socorro, ¡Socorro!, ¡SOCORRO!



***



Sólo sonó el silencio, marchito, entorpecido y atravesado por una risa honda, apagada, macabra, mortal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario