23.4.13

EPÍLOGO



Que lo creas o no me importa bien poco. 
Mi abuelo se lo narró a mi padre;  
mi padre me lo ha referido a mí,
y yo te lo cuento ahora, 
siquiera no sea más que por pasar el rato.
G.A.Bécquer.

***

El pueblo se fue recuperando, advertido por un pasado reprochable que le recordaba su particular infierno. Hombres y mujeres colaboraron, en busca del equilibrio que pudiera reportarles momentos pequeños de felicidad. Todo siguió igual, como antes, incluso como antes de antes, y sólo los más viejos se reatrevieron a recordar el desenlace agorero de la historia de Fernando, su Fernando. La fábula sobrepasó los confines del entendimiento y se transformó en un sinfín de datos perdidos y nunca exigidos por los más jóvenes.
            Cuenta la leyenda...

***

...hace mucho tiempo, antes de que los sueños fueran sólo sueños, un hombre decidió luchar con la Muerte. Ésta le propuso para vencerla un trato: que caminara y caminara sin volver su vista atrás. El hombre decidió aceptar. Caminó y caminó en busca de los secretos perdidos por los primeros moradores, y un día, cansado y agotado por ver que su búsqueda no le conducía a ningún sitio, decidió girarse. Entonces la vio, y una podrida sonrisa asomó desde la estructura ósea de su rival. 

            Desde entonces, la Muerte le arranca, poco a poco, toda su piel, y en la noche, cuando el dolor desmaya al hombre, le vuelve a revestir, para recomenzar por siempre el castigo. El hombre clama, gime y suplica, y los más viejos del lugar dicen que los truenos en los días de tormenta son sus gritos de rabia e impotencia por no haber vencido a la Muerte.

22.4.13

NORMALIDAD (CAPÍTULO 12)



Al final, todo vuelve a empezar.
Anónimo.

***

-Está desierto. No se ve a nadie por aquí.
-Tranquilo, ahora vendrán.
-¿Estás seguro?, ¿qué les une aquí?, ¿cómo van a quedarse, si la Muerte arrojó toda su ira contra los ajenos cómplices del padre Julián?
-Nada, pero querrán ver a sus muertos.
-¿Y sus arrepentimientos?
-Se regresarán con ellos.

***

-Ahí están de nuevo.
-¿Por qué? Se fueron del pueblo, se largaron porque los gusanos se comieron hasta sus sueños. ¿Por qué vuelven?
-¿Y qué quieres que hagan?, ¿buscar cobijo en otro lugar?, ¿pretender encontrar lo que nunca ha existido en esta vida de mierda? Ésta es su vida, la que les han enseñado a vivir.
-Sí, pero ésa no es la razón. Hay gente que ha vuelto por él, que han vuelto por Fernando.
-Qué crédulos. Él murió, él se fue, y volver para encontrarlo es un retraso. Él nunca volverá.
-Sí, pero las palabras siguen hollando los pequeños corazones sin vida que se alojan en las profundidades del engaño; y él les prometió volver, él les dijo que volvería, que algún día regresaría, sin ojos, sin dientes, sin cuerpo, sin nada, pero con respuestas, con sinceras y definitivas respuestas.

***

-La gente vuelve.
-¿Dónde iban a ir si no? Sólo han conocido el campo, este campo, sólo saben trabajar la tierra. Esta tierra maldita de Mortaja.
-¿Volverán todos?
-Sin duda. Son todos corderitos perdidos en busca de alguien que dé sentido a sus vidas. Son débiles y regresarán para anegarse a este lugar olvidado.
-¿Qué buscan de nuevo aquí?
-Sus lamentables y tristes vidas.
-No serán felices.
-Nunca lo han sido.
-¿Quién les guiará?, ¿quién les dirá lo que está bien y lo que está mal?
-No te preocupes, ya elegirán a alguien, siempre lo hacen.
-Espero que esta vez no sea el equivocado.
-Lo dudo. Vayámonos.
-Sí, larguémonos, en busca de otro pueblo elegido, de otro lugar maldito para añadir sus restos de inmundicia a esta inmensa cloaca.
-Sí, basuremos en otro sitio, son las normas.
-Recogeré ya las cuencas de mis ojos; para lo que les va a servir.

***

-La gente vuelve.

***

-Oremos, hermanos: "los bienes y los males, la vida y la muerte, la pobreza y la riqueza, vienen del Señor. Del Señor vienen la sabiduría, la ciencia y el conocimiento de la Ley. El error y las tinieblas son obras de los pecadores; los que en el mal se complacen, en el mal envejecen. El don de Dios a los piadosos es permanente, y su benevolencia asegura para siempre su prosperidad. Oídme, hijos impíos, y floreceréis como rosal que crece junto al arroyo. Bendecid al Señor en todas sus obras ya que son todas buenas. A un mandato suyo se cumple lo que Él quiere y no hay quien impida sus deseos. Las obras de todos los hombres están delante de Él y nada se oculta a sus ojos. Extiende su mirada desde el principio hasta el fin de los siglos y nada hay admirable ante Él. Las cosas más necesarias para la vida del hombre son: el agua, el fuego, el hierro, la sal, la harina de trigo, la leche, la miel, el jugo del racimo, el aceite y el vestido. Todas estas cosas son buenas para los piadosos y obedientes, mas para los pecadores se convierten en malas. Hay vientos y lluvias destinados a la venganza, y descargan con furia sus azotes. En el tiempo de la consumación derraman su fuerza y aplacan la cólera del que los hizo. El fuego, el granizo, el hambre, la mortandad, todos son instrumentos de su venganza. En cumplir los mandatos de Dios se goza si se hallan gentes en su ministerio que las cumplan. Si no, cuando llega la hora, todos cumplen su destino".
            Queridos hermanos, la Biblia sólo dice verdades. Nos enseña a seguir la palabra de Dios. Si hacéis las cosas bien, premiará a todos aquellos que sigan sus mandatos. Sigamos sus enseñanzas, y esto podrá convertirse en algo mejor de lo que fue.
            Soy el padre Fermín, y he venido para ayudar a recomponer lo que sólo vuestra codicia propició. He llegado por vuestra propia petición. Espero que sepáis quién manda aquí. Miradme, mirad la marca de mis ojos, ¡miradlos! Lo que hace que cada uno de ellos tenga un color es la razón por la que he sido elegido por el Señor para limpiar vuestros sucios deseos de ser más que Él. Seguidme, y quizás haya una esperanza para vosotros; desobedecedme, y Mortaja volverá al infierno del que nunca tenía que haber salido. Comenzaremos con la instauración de una nueva santa para el pueblo, una mujer que dejó su vida por todos los que aquí sobrevivís. Desde hoy, día del resurgir de Mortaja, tendremos una imagen que velará por todos nosotros desde su bien ganado cielo, una santa que recogerá todas vuestras humildes peticiones para reconvertirlas en acto. Sí, ella es, vuestra santa: santa Inés.
            Esto es todo, hermanos. Id en paz. Que se queden las niñas.
(y un brillo lujurioso relumbró en los extraños y familiares ojos bicolores del padre Fermín).

21.4.13

LA VIDA (CAPÍTULO 11)



La venganza es dulce, en particular para la mujer.
Lord Byron

***

-¿Quién eres tú?
-Voy en busca de la Vida.
-¿Por qué vas vestida así?
-Antes era representante de Dios en la Tierra.
-¿Sor Inés?
-¿Fernando?
-¿Estás muerta?
-Aún no.
-Entonces, ¿qué haces aquí?
-Lo mismo que tú, regreso para vivir, para llenar de realidades el imaginario mundo que me han donado mis predecesores.
-¿Cómo vas a hacerlo?
-Encontraré a la Vida.
-¿Y si primero te encuentra la Muerte?
-Sabré cómo ganarla.
-Aquí no te vale la palabra de Dios.
-No me hace falta.
-¿Cómo?
-Mi rabia hablará por mí.

***

-Me buscan, siempre lo hacen. Llegan aquí y pretenden regresar, qué incautos. Yo no hago las normas, simplemente las cumplo. Ahora es aburrido, inmensamente aburrido. Antes todo estaba por descubrir, las sensaciones, mis quehaceres. Pero, tras una eternidad escuchando las mismas súplicas, los mismos ruegos, una se vuelve insensible. Intento encontrar una diversión, algo que dé animosidad a mi imperecedera existencia; pero es difícil cuando se trata de los hombres. Me gusta su paradójica vida. Incautos, lo que les permite vivir les mata. El oxígeno que necesitan para que sus ajados pulmones les posibilite la sensación de sentirse vivos es el mismo que les oxida las neuronas y la piel, matándolos poco a poco. Ellos no lo saben, y por eso siguen respirando, sin buscar formas alternativas de sobrevivir. Yo las sé, las conozco desde siempre, pero nunca he intentado cambiar las reglas. No merecen la pena. Me gusta ver cómo se alborozan cuando llegan a su mundo, y cómo, según van viviendo, arrastran su penar por entre las rendijas de sus carcasas caducadas. Simples, son simples, seres vivos fáciles de prever, sencillos de digerir. Sólo espero con ansiedad que este trozo de eternidad sucumba de una vez, y que las reglas vuelvan a cambiar, esta vez a mi favor, para disfrutar de la consecución de mi maldad. Nadie me teme, nunca lo han hecho, y se dirigen a mí sin el debido respeto. Yo los escucho, los dejo hablar, sincerarse conmigo. Me exponen las causas por las que quieren volver, "dejé esposa, me quedaron hijos allí abajo, ¿y mis padres?, ¿qué será de mis padres?". Se creen buenos, todos se creen buenos. Piensan que se interesan por los que los rodean. Estúpidos, son tan predecibles. Me encanta verles la cara cuando les digo que no puedo hacer nada. Se sienten hundidos, pero ninguno se avergüenza de mostrar sus debilidades. Ellos lo intuyen, pero no son capaces de enfrentarse a esa soledad que les alberga todo el alma. El hombre, en definitiva, está solo, solo y abandonado; triste y acomplejado, muestra su vagar por una tierra que no lo reconoce como dueño. Intentan rodearse de gente, complementar sus vacías vidas de voces ajenas a los gritos que le reclama, desde lo más hondo de su pesar, su soledad; y lo hacen sin saber que todos, absolutamente todos, están en su misma situación, que todos, absolutamente todos, carecen de un sentido que les otorgue un soplo de conciencia realmente válida a sus fantasmagóricas existencias. Si se vieran, comprenderían que sí existen los fantasmas. Ellos, ellos son los fantasmas, deslizándose constrictivamente, arrastrando sus cadenas llenas de responsabilidades ufanas por entre los senderos típicos de sus soledades irreconocidas. El hombre, qué invento. Allí viene otro, qué absurdo. Le recibiré, son las reglas.

***

-Busco a la Vida.
-¿Para qué?
-Para exigirle lo que es mío.
-¿Quién te crees para reclamar?
-Una insatisfecha.
-Sois tantos. No lo entiendes. Volver sería padecer de nuevo, y cuando agotaras tu nueva vida, acabarías retornando aquí. ¿Qué sentido tiene querer regresar? ¿Acaso creías que eras muy buena por estar ayudando a los demás? ¿Acaso pensabas que obtendrías tu recompensa en un mundo futuro del que sólo vuestra fe os da garantías? Yo te contestaré, no lo hacías por los demás, lo hacías por ti, sólo por ti, para hacer méritos delante de tu supuesto Dios, para conseguir en tu prometida vida un puesto de privilegio. Pero hay un problema, nunca supusiste que esto se pudiera dar.
-Devuélvemela, devuélveme mi vida.
-No puedo hacer nada, lo siento.
-Sé que sí, que puedes hacerlo.
-¿Qué te hace suponer eso?
-Tus ojos. Me estabas esperando.
-Tendrás que darme tus motivos, son las reglas.
-No, no voy a hablar. Ya he perdido bastante tiempo con la palabra. Ahora es distinto, sólo quiero lo que es mío, para hacer con mi verdad lo que realmente desee, sin necesidad de verme coaccionada por la mano de un Dios opresor que lo domina todo, hasta su no existencia. Ahora lo quiero, quiero llenarme de ti, saciarme de ti, para volver, con más años, con más seguridad, con más de todo, y en su justa medida.
            VIDA, ¡ABRÁZAME DE TI!

***

-Y lo hice. La dejé marchar, con otro nombre, con otro sexo; la devolví a una tierra que la había tratado con mentiras, que sólo le había reportado sufrimiento y dolor, un dolor infinito que había quedado dibujado, por siempre y para siempre, en los ojos bicolores de su cara derrostrada.

20.4.13

SOR INÉS (CAPÍTULO 10)



El temor de Dios es el fundamento de toda sabiduría.
Eclesiastés.

***

-¿Dónde estoy?, ¿qué ha pasado?, ¿que me ha pasado?, ¿dónde están mis hábitos?, ¿dónde están mis santas vestiduras?, ¡oh Dios!, ¡oh Dios! ¿Habré muerto? No, no puede ser, habría sido llamada por el Señor. Estaré soñando, eso es, debe ser todo una de esas pesadillas en las que la oscuridad se acoge a las profundidades humanas para mostrar los moratones del alma. Debo permanecer tranquila y rezar, como he hecho siempre. Recé cuando tuve miedo y tú estabas allí. Recé cuando presencié la matanza de niños, aparentemente sin ningún sentido, que ordenó el padre Julián. Recé cuando él condujo al pueblo hasta la lapidación de la pobre Fulgencia, que sólo buscaba mi protección, para violarme y ultrajarme aquella tarde en la sacristía. Recé cuando mi cuerpo se vio invadido de dudas acerca de tu bondad infinita. Recé cuando el padre Julián asesinó a todos aquellos que se le opusieron brevemente. Recé cuando el padre Julián acabó con todas las muestras de cultura que quedaron en el pueblo después de la muerte de Fernando. Recé cuando el poder permaneció en el seno de aquel que te representaba, estableciendo aún más las diferencias entre él y la multitud de míseros muchachitos que murieron de hambre por no tener ni un pedacito de pan (aquél que tú multiplicaste) que llevarse a sus desdentadas bocas. Recé...; ¡cuánto he rezado, Dios mío!, debes estar orgulloso de mí. Pero no debo atribuirme ningún mérito, todo te lo debo a ti; la vida, los momentos felices, pocos, eso sí, la muerte, las miserias. Espero que no tardes mucho en despertarme, hace frío aquí, y no llevo nada con lo que arropar el desconsuelo que cubre mi marchito escapulario.

***

-Es indignante. Llevo así mucho tiempo y el sueño no me descuida, se aferra a mí, sorbiendo a cucharadas mi aliento. ¿Y si estuviera muerta, realmente muerta? No, debo apartar esa idea de la cabeza. Estaré siendo sometida a una prueba demoníaca, una de esas que sólo se nos presentan a las que te hemos dado todo en la vida. La superaré, ya verás Dios mío, creeré en ti siempre, "per saecula saeculorum".

***

-¡Ay!, Dios mío, ¿dónde estaré? ¿Qué puedo hacer ahora? Debo regresar. No puedo permanecer por más tiempo aquí, en esta charca de olvido. Tengo que volver, necesito calmar los pecados del hombre. ¿Por qué no les di la absolución a todos aquellos que me lo pidieron? ¿Quién era yo para condenar moralmente a aquellos que vinieron en busca de mi perdón para sus míseros pecados? No, no soy culpable, tan sólo cumplí con el que creí mi deber. ¿Dónde estás, Dios mío? Recibe a tu sierva más cristiana, más católica y más devota. No puede estar pasándome esto a mí. Yo, que nunca me sublevé ante las injustas órdenes del padre Julián, que fui felicitada por mi defensa a ultranza de los deseos de la Santa Madre Iglesia, que fui recibida y elogiada por el Cardenal de la región. Yo tengo que estar a tu lado, al lado del ser por el que he dado mi vida, Dios mío, ¿me oyes?, ¿me oyes?, Dios mío, ¡DIOS MÍO!, ¿QUIERES SALIR?

***

-No puede ser, no debe ser cierto, pero he muerto, cristiana y devotamente, sin paz en mi cuerpo y en mi espíritu, deseosa de encontrar a mi mentor, aquél al que he dedicado mi vida, negando mis deseos de humanidad por recibir la recompensa de la eternidad al lado del creador, mi Dios, el que me dictó por medio de la Iglesia mi comportamiento para con mis semejantes, el que coaccionó a través de mis oraciones mis ansias pecadoras, purgando mi flagelada alma a golpes de rosario, cubriendo mi cuerpo de llagas carcomidas por los pecados de mis semejantes, lavando en su beneficio las corruptas sensaciones de eternidad. No, no es justo, no puede serlo. Y ahora, ¿qué hago yo? Ahora que ya no vivo, ahora que he cumplido con mi parte del contrato, ¿dónde está el magnánimo ser que me iba a reportar la salvación?, ¿quién va a presidir mi juicio final?, ¿contra quién puedo descargar todos mis años perdidos, mis orgasmos deseados, mis tabúes reprimidos?, ¿contra qué Dios imploro yo ahora?
            No, no quedará así, me niego a morir.